Era complicado, por eso era divertido. Sentirse así. Desbocada, con la sensación de poder con todo, sabiendo que era feliz (la peor seguridad que existe), con todo el miedo que implicaba perderlo. Sabiendo que había construido una red de seguridad que la separaba del suelo, y la caída. Que el esfuerzo la había catapultado hasta esa situación en la que sabía como fracasar para remontar. El lugar en que ahora se sentía en casa. Y que no pasaba nada. Nunca pasaba nada.