Estamos de vuelta, de vuelta de todo -o eso creemos-, pobres infelices. Pobres que piensan que todo lo saben y que no les queda nada por aprender. Que a cada comentario responden con un “y yo más” y a cada consejo con un “aplícate el cuento”. Pobres nosotros que estamos renunciando a la forma más pura de riqueza por pensar que no necesitamos más. Que no necesitamos más que a nosotros mismos porque no puede el mundo enseñarnos nada. Estamos de vuelta, o de vuelta y media.